domingo, 23 de octubre de 2016

Escribir.




Me gusta escribir. Hay días que mi naturaleza de mujer me induce a pensar que lo necesitamos más que cualquier hombre; quizás por el rol que nos ha marcado la historia. A veces, caminando por las calles o en un semáforo o tomando café en una terraza, me asalta esta adicción y pienso: "Si pudiera detenerme y plasmar en un folio inmaculado este instante, estos pensamientos que se atropellan por salir".... En su blanca textura puedo reconstruir historias que creía muertas o sentimientos que oprimen mis pulmones y me impiden respirar.
Entre el tumulto de mi olvido, mis palabras abofetean la memoria para encontrar el regreso por torcidos renglones. En ocasiones, éstas, aparecen como una hilera de hormigas voraces que, con sus picotazos, reviven volcanes que creía muertos en mi pensamiento. Sin miedo a la intemperie, rompen su silencio y me arrojan comas, puntos e interrogaciones para abrazarse y juntas desertar de los oscuros rincones de mi cerebro.
Pero, a pesar de todo, se quedan escondidas las indecisas, las que pretenden ser, ya lluvia de cenizas cuando la erupción comience. Por todo ello, no quiero amortajar horas, ni contar los días que se fueron, convirtiendo mis palabras en humo.
Necesito escribir, darle vida a mis ideas y ¡eso sí! de vez en cuando leer; abastecer con las palabras de otros como si fuesen leña, el horno que aviva mi memoria.
Todo, cualquier terapia vale, antes que escuchar al folio recriminarme y decirme:  "Lo que te pude dar y no me has contado"

No hay comentarios:

Publicar un comentario