lunes, 26 de abril de 2010

Durante años yo tuve un sueño.







Al llegar hace treinta años a Gerena, hubo dos cosas que me llamaron poderosamente la atención: la limpieza de sus calles y la belleza de algunos de sus edificios.
A diferencia de lo que pueda pensar alguien, el que más me fascinó, fue una casita pequeña en el centro del pueblo, de pincelada exótica y que había sido la caseta de la antigua Estación de Ferrocarril que existía en Gerena para transportar las piedras de granito de sus canteras a lugares muy lejanos.
Recuerdo que al ver la casita, le dije a mi marido: “No me importaría quedarme en el pueblo, si pudiera vivir en ella”.
Posteriormente me enteré que al cerrarse la estación del tren, había sido cedida a una familia humilde con muchos hijos y que allí vivían todos felizmente.
Cada vez que pasaba, me paraba y hacía reformas, mentalmente, en la casa. Le colocaba unos visillos de hilo en sus ventanas, confeccionados por mí de vainica y filigranas (como nos gustan a las mujeres de la sierra de Huelva).
También iba sembrando en cada rincón de su patio trasero, aquellos claveles, geranios y enredaderas que mi mente creaba; respetando, por supuesto, el cítrico central que existía y añadiendo para aromatizar el ambiente una glicinia, con sus flores azules colgantes como racimos de uvas.
Fueron transcurriendo los años. Los hijos del matrimonio se fueron independizando y al morir los padres, el Ayuntamiento recuperó la casa.
Empecé a soñar con un cartel en el que se leyera: “Se vende”. Sabía perfectamente que eso no ocurriría nunca… pero soñar es gratis y yo soñaba.
Un buen día me entero que la casa será restaurada para convertirse en punto de Información Turística.
Se produce en mí una mezcolanza de emociones y contradicciones. Perdía “mi casa soñada” en Gerena para siempre, pero a la vez se recuperaba para poder disfrutarla vecinos y visitantes. Me sentí feliz… ¡todo antes que verla desaparecer!
La restauración ha sido respetuosa. Por fuera sigue siendo la casa de mis sueños, con la única diferencia que “mi verja” del porche era de madera y supongo que, por cuestiones de seguridad, la han construido de hierro.
Ahí os dejo unas fotografías que tomé recientemente, durante una competición de ajedrez en la que participa mi hijo.
¿Verdad que sigue siendo preciosa?

2 comentarios:

  1. ¡ Que bonito es soñar !, ¿verdad Alicia...?, aunque no se cristalicen nuestros sueños, pero esa ilusión no se la puede llevar nadie.
    Verdad que es bonita la casa, y debe estar bien ubicada en la población. Claro que hay espacio para hacer jugar la imaginación y, si se puediera, construir una funcional y acogedora vivienda.
    Cordial saludo

    ResponderEliminar
  2. Tienes razón Jesús; la casa está ubicada en el parque central del pueblo. Por las tardes se llena de niños en los columpios y de madres con sus bebés.
    Era una casa pequeña, pero con posibilidades.
    Actualmente vivo en una casa grande, más que suficiente; pero la vida me ha demostrado (ya que mi primera infancia la pasé en una casa pequeña)que no importa tanto el espacio para ser feliz.
    Lo único que le pido a una vivienda es que esté acondicionada con las necesidades esenciales... lo demás "lo aportan" los que viven dentro. Un abrazo.

    ResponderEliminar